El perfil oscuro de la costa se iba haciendo cada vez más nítido. José miró a su
alrederdor. En la zodiac se agazapaban veintisiete personas, la mayoría marroquíes, pero
también había nuevesubsaharianos, entre ellos, dos mujeres. Todos reflejaban el miedo en su
rostro. Sabían que muchos de ellos serían atrapados por la Guardia Civil y que, al menos, a
los marroquíes los repatriarían. Másadelante, por supuesto, lo volverían a intentar, hasta que
en una de las ocasiones consiguieran pasar sin ser vistos.
Por su parte, los subsaharianos habían sido aleccionados para no decir de dóndeeran.
Así no podrían repatriarles. Según contaban, la Guardia Civil los solía tener en cuarentena
algún tiempo, y en la mayoría de los casos, les daban una orden de expulsión, pero sin poder
llevarlaa cabo. Después, les dejaban libres para deambular por el país, aunque, eso sí, sin
opción a conseguir un trabajo al carecer1 de permiso de residencia.
El otro tipo de emigrantes que no pasaban porMarruecos eran los sudamericanos, entre
los que podría contrase él. Generalmente, estos emigrantes viajaban en avión, entrando como
turistas con un billete de ida y vuelta, sin llegar a utilizareste último. Su situación, claro está,
era irregular y podían pasar años antes de que consiguieran regularizar sus papeles.
Alguien le había asegurado que los cubanos gozaban de un régimen especial,como
refugiados políticos, a causa de la dictadura comunista de Fidel Castro. En la mayoría de los
casos, les concedían un permiso temporal de residencia.
Eso era una buena noticia para él, si eraverdad…
Ya se distinguía la playa. Era una interminable costa arenosa.
Se palpó el bolsillo. Había comprado una pequeña guía de bolsillo del sur de España, así
que en todo momento sabría dóndeestaba.
De todas formas, había memorizado el recorrido, pueblos y ciudades que se encontraría
en el camino : Tarifa, Algeciras, Marbella, Málaga.
Con un golpe seco, la zodiac varó en la arena2….